D esde hace muchísimo tiempo la humanidad se viene preguntando si ¿pueden la libertad y la igualdad ser reconciliadas; si es inevitable que...
Desde hace muchísimo tiempo la humanidad se viene preguntando si ¿pueden la libertad y la igualdad ser reconciliadas; si es inevitable que el ejercicio del poder tienda a hacerse crecientemente autoritario; si existen fuerzas lo suficientemente sólidas en la sociedad para resistir las pretensiones de una autoridad desbordada; si la democracia moderna se encuentra condenada a convertirse en una especie de despotismo democrático y si es posible conocer las condiciones que favorecen el surgimiento de la democracia.
Se trata, en definitiva, de encontrar la fórmula para construir un equilibrio entre libertad e igualdad, dado que un sistema político será cada vez menos democrático cuanta más desigualdad exista. De allí la importancia de la igualdad de condiciones, el problema es que la búsqueda de igualdad en nombre de la democracia pone en peligro a la libertad individual. De manera que es necesario encontrar la forma para que la igualdad no impida el ejercicio de la libertad y viceversa. Lo que está demostrado es que la igualdad extrema acaba con la libertad individual.
La libertad individual será siempre el abrigo de la superación personal, de la sana y necesaria diferencia y del derecho de disentir a partir del cual todos podamos pensar y expresarnos sin miedo. Así que democracia que se respete debe reconocer y garantizar el derecho de las minorías y de los que no piensan igual que el resto.
Ya hace mucho que se sabe que la igualdad tiene dos filos: Unas veces impulsa a los hombre a querer ser <todos fuertes y estimados>, a querer ascender todos al rango de los grandes; y otras, impulsa solamente a los débiles a querer <atraer a los fuertes a su nivel>, a hacerlos sus iguales en la servidumbre. Por eso la igualdad puede ser la madre de la tiranía de la mayoría.
Democracia que se respete debe reconocer y garantizar el derecho de las minorías y de los que no piensan igual que el resto.
La libertad, como antídoto de los males que la igualdad produce, debe "obligar" a los ciudadanos a salir de sí mismos, a olvidar su propio interés y a ocuparse de los asuntos públicos y para esto será necesario un conjunto de instituciones como las relacionadas con las libertades locales, provinciales o municipales, que se concretan gracias a la descentralización. Estas son por excelencia las instituciones que aproximan constantemente unos a otros y fuerzan a ayudarse entre sí. Las asociaciones libres son los instrumentos necesarios para que los hombres sigan siendo civilizados o lleguen a serlo. El arte de asociarse es imprescindible para que la convivencia se desarrolle y perfeccione, en la misma relación en que crece la igualdad de condiciones.
La igualdad tiene dos filos: Unas veces impulsa a los hombre a querer ser <todos fuertes y estimados>, a querer ascender todos al rango de los grandes; y otras, impulsa solamente a los débiles a querer <atraer a los fuertes a su nivel>, a hacerlos sus iguales en la servidumbre. Por eso la igualdad puede ser la madre de la tiranía de la mayoría.
Hoy, estamos muy lejos de encontrar ese justo equilibrio porque cada día crece más la desigualdad y se reducen los espacios de la libertad individual. La experiencia nos enseña que el centralismo no es útil para construir democracia y que el ejercicio de la ciudadanía orientado desde lo local requiere cada vez más descentralización. Será por allí por dónde pueda relanzarse la democracia y en ese propósito, abstenerse no ayuda.
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